viernes, 11 de marzo de 2016

La "Puerta Misteriosa" a través de mis gafas

En esta entrada voy a describir sobre lo que ocultaba " la misteriosa puerta" que había en el pasillo de entrada a la casa de mis abuelos.
Aquella puerta estaba casi siempre cerrada solo,y en contadas ocasiones, estaba entornada ; un día cuando pasábamos estaba abierta y mi madre, cuando la vio, nos empujó a mi hermana y a mi hacia el patio y cuando ya estábamos en las habitaciones de mis abuelos nos dijo que no se nos ocurriera entrar en aquellas habitaciones nunca, porque allí vivía una señora que estaba enferma  y nos podía pegar su enfermedad, que nos castigaría si entrábamos. Ahora, con la distancia de los años, creo que aquella prohibición tan tajante despertó en mi mi curiosidad y mi innata rebeldía, desde aquel momento aquella puerta fue para mi como un imán, y un día al pasar por la célebre puerta vi que estaba entreabierta, no me lo pensé, la empujé un poco y se abrió, entré y
allí, en medio de la habitación, había una mujer bellísima con una ropa  que a mi me pareció deslumbrante ( era un kimono) de colores y dibujos preciosos, tenía media melena de pelo negro con ondas, la cara muy blanca, los labios y las uñas pintados, yo la miraba embobada, ella me dijo que se llamaba Lucrecia y por lo visto sabía como me llamaba yo, mientras me hablaba me ofreció un bonito recipiente lleno de bombones ¡ Dios mío! yo no había probado nunca una cosa tan rica, comí algunos y cuando terminé me limpió la boca con cuidado para que mi madre no me riñera, por lo visto también sabía que mi madre no quería que entrara allí y me dijo que volviera  cada vez que quisiera.
Lógicamente volví, no una vez, sino cada vez que íbamos a casa de los abuelos, después de comer me escurría como una anguila, empujaba la " puerta" y entraba.
Poco a poco me fui dando cuenta de que la ropa de Lucrecia, los muebles, los adornos, hasta una mesita  con un plato con unos palitos encendidos que echaban un humo que daban un olor muy agradable a la habitación, todo esto nunca lo había visto ¡era todo tan bonito!, me gustaba la suavidad de los Kimonos de Lucrecia y los tocaba. Ella veía como yo lo miraba todo y me dijo que así era como vestían las señoras de unos países muy lejanos y que lo muebles y todo lo demás eran de allí , ella me hablaba de los países del Sol Naciente; ahora sonrío cuando recuerdo como empleaba este nombre tan teatral  para hablarme de China, Japón, Tahilandia y todo lo referente a estos países orientales, yo la escuchaba embobada, ella había viajado mucho y ahora comprendo que era bastante culta, a mi me encantaba escucharla, me parecian cuentos de sitios desconocidos que ella me contaba con aquella voz tan dulce y su sonrisa un poco triste , mientras yo saboreaba aquellos ricos bombones. Ella nunca me besaba solo me acariciaba la cabeza.
Siempre había por allí una señora que le hacía la limpieza y la atendía, últimamente estaba casi siempre recostada en el sofá con aspecto cansado, pero siempre con su dulce sonrisa; cuando si me abrazó llorando fue cuando trasladaron a mi padre a las Minas del Castillo de las Guardas y ya no estábamos tan cerca de Sevilla para ir tan a menudo  . Solo la vi una vez más , a la siguiente vez la puerta estaba abierta y la habitación vacía, me atreví a preguntar a mi madre por ella, me miró extrañada  y me dijo lo mismo que me decía cuando yo preguntaba por mi abuela, " se ha ido al cielo" y yo comprendí que ya no la vería más y lloré , mi madre me preguntó porque lloraba y yo le coté todo, ya no me importaba que ella se enterara, me sorprendió ver que no me castigaba y que en seguida me llevaba al médico y que se llevó un tiempo poniéndome el termómetro .
Cuando ya de mayor le pregunté a mi madre el porqué del termómetro me dijo que Lucrecia había tenido tuberculosis una enfermedad contagiosa muy de la época; me habló de Lucrecia, me dijo que era verdad que había viajado mucho con un señor que estaba casado y con el que mantenía relaciones, que en la casa siempre habian sido muy discretos, ,este señor había atendido a Lucrecia en su enfermedad hasta el final y parecia quererla mucho, terminó diciéndome que ella no era quién para juzgarla. Me gustó escuchar a mi madre hablarme así.
Lucrecia con su cariño y admiración por los países del "sol naciente" influyó en mi de tal manera que desde entonces siento una admiración sin límites por todos los países orientales, he procurado ver todas las películas ambientadas en esos países y he leído todos los libros que he podido y que hacen referencia a ellos, especialmente si son de autores nativos como Yasunari Kawabata autor de novelas que me encantan, por el lenguaje de singular belleza lírica y exquisita sensibilidad para tocar los temas. Ahora estoy leyendo, por enésima vez , "Pais de nieve" su obra cumbre, y me tiene enganchada , como siempre. Fue el primer autor japonés en ganar en 1968 el Nobel de Literatura.
Nunca olvidaré a Lucrecia mi "dulce Geisha " que abrió para mi un mundo  de belleza indescriptible.












2 comentarios:

  1. Hermosa historia con una arrebatadora carga emocional. Buena disposición para el relato, amiga. Enhorabuena.

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  2. Es fácil escribir cuando se tiene un buen maestro que tu poesía de la SEMANA MAYOR me ha llegado muy adentro, eres increible y haces saltar los resortes de los sentimientos, Dios te conserve ese Arte que tienes
    amigo.

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