domingo, 17 de enero de 2010

LOS ÁRBOLES QUE HABLABAN(colección"cuentos para mis nietos")

Este cuento lo he escrito en defensa de la Naturaleza. La Naturaleza en estado puro, antes de que el hombre pusiera sobre Ella su zarpa destructiva.

A las afueras de mi pueblo había un extenso bosque en donde los niños jugábamos al escondite.
Con el paso del tiempo llegó a mi pueblo la invasión del ladrillo y de lo que era un extenso bosque, hicieron una urbanización, talando árboles a diestro y siniestro.
Del bosque dejaron un merendero para hacer bararcoas, columpios para los niños y algunos árboles a los que llamaban pomposamente, el Parque.
Todo parecía ir bién, hasta que un día se oyó decir que aquellos árboles, al llegar el anochecer hablaban, hasta llegar la mañana. Los vecinos empezaron a tener miedo, de tal manera, que en cuanto llegaba el anochecer no se atrevían a pasar por allí, porque creían que los árboles estaban embrujados y les podían pasr algo malo.
Yo también sentía miedo, pero un día pudo en mi más la curiosidad que el miedo, por lo que me armé de valor y al anochecer me fuí al parque. Me senté en un tronco y me puse a escuchar.
Efectivamente los árboles hablaban, pero lo que oí, me partió el alma. Los árboles gemían de dolor por lo que habían hecho con ellos la mano del hombre, cuando los taló.
Unos habían perdido a sus padres, otros a algún hijo y otra había perdido al árbol amado del que estaba enamorada y todos en general tenían miedo de que volviera la sierra asesina. Yo no sabía que hacer ni decir. De pronto oí un gemido más fuerte que los demás, era de dolor, alli había un árbol precioso y grande con una gran rama desgajada a punto de quebrarse del todo, que aquel día, unos gamberros había desgajado.Yo no sabía que hacer porque no entendía como arreglar aquello.
Así que fuí a casa, cogí una escalera, cuerdas y vitaminas para las plantas y me fuí al árbol.
Como pude enderecé la rama, le eché vitaminas y lo amarré al tronco lo mejor que pude y todos los días iba a verlo hasta que ví , que había agarrado, pero ví que la rama aquella ,aunque fuerte y pujante, empezaba a torcerse hacía abajo.
Pensé que algo no había hecho yo bién;hasta que un día , que yo estaba triste por algo que me había ocurrido, me fuí al parque, porque no quería que nadie me viera llorar y me abracé a aquel árbol al que ya consideraba mi amigo. De pronto, sentí como la rama que había crecido hacia abajo, se inclinaba más y con sus ramas me acariciaba la cara suavemente, mientras los demás árboles mecian sus ramas y susurraban consolándome.Entonces comprendí que me aceptaban como amiga.
Desde aquel, día voy allí frecuentamente, sobretodo los lúnes, ya que el fin de semana van allí las gentes a pasar el día y algunos desaprensivos lo dejan todo sucio de cascos y plásticos. Yo lo recojo todo para que no perjudique a los árboles. Las gentes me llaman, la loca del parque. A mí me da igual porque los árboles y yo sabemos que no estoy loca. Locos ellos que no saben cuidar y conservar la NATURALEZA.
Antonia González A.A de Gines

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